Cierre sin conclusión

La historia puede parecerse a muchas cosas. A veces se parece a un proceso judicial, y comienza una etapa con lo que la gente demanda en las calles, o con las acusaciones que se hacen en los medios. Cada uno de los actores interviene en su momento buscando defender sus intereses, y luego de evacuar la fase que cada uno tiene para darle fundamento a sus pretensiones, por medio de hechos que se esgrimen como pruebas y discursos, que funcionan como alegatos de conclusión, la historia dicta su sentencia. Bajo ciertas circunstancias esta decisión final puede ser revisada, pero no por ello deja de ser una forma de resolución de tensiones, conflictos, o contradicciones. En ocasiones, la historia dicta sentencias irrevocables.

Otras veces, en cambio, la historia se parece a los periódicos. Las cosas ocurren al calor del momento, sin un plan determinado, como reacción a algo que era igualmente imprevisible y provisional. Hay veces que pareciera que el capricho de algunos individuos hace la historia y la manda a imprimir en varios miles de copias y la reparte por todo el mundo. Detrás de cada periódico que un lector, metódico o desordenado, sostiene en sus manos, hay un cierre precario que se ha producido de acuerdo a un plan que no se cumplió, porque algo pasó que nadie esperaba que pasara. O porque el que tenía asignada una tarea, no pudo completarla. O porque la fuente tenía el celular apagado. O porque alguien vino y metió su cuchara y lo enredó todo. O porque, sencillamente, somos humanos y no máquinas, y trabajamos de una manera muy distinta a la rigurosa regularidad con que giran los rodillos de las rotativas. El cierre de la edición no se hace porque la historia concluye; el periódico sale a la circulación, aunque no nos diga cómo terminó todo.

Más que a uno de los grandes procesos de la historia, el actual proceso constituyente se parece más a ese manojo de seis columnas por 21 pulgadas que miramos todas las mañanas (también hay quien lo ha querido ver como tabloide). Agoniza, como bien se ha dicho, pero no sobre el escritorio de algún editor agobiado por el paso del reloj, sino en la gaveta del Presidente de la comisión legislativa que lo prohijó hace varias semanas. Ningún medio de comunicación, radial, escrito, o televisivo, ha reportado cabalmente qué pasó con el proyecto para incorporar una quinta papeleta en las elecciones de mayo que están a la vuelta de la esquina. He aquí, pues, la información veraz, completa e imparcial.

Para empezar, hay que tener muy claro que no ha habido ningún debate en la Comisión de Gobierno sobre dicho proyecto de ley. ¿Por qué? El 18 de noviembre, el legislador Blandón presentó en el hemiciclo legislativo un anteproyecto mediante el cual se facultaba al Tribunal Electoral a realizar la consulta sobre si el electorado está o no de acuerdo en adoptar una nueva Constitución. El documento estaba acuerpado además por las firmas de los legisladores Jacobo Salas (presidente de ese órgano del Estado), Wigberto Quintero (presidente de la Comisión de Gobierno, que debía darle primer debate), Julio César Castillo, y Osman Gómez. Dejando de lado las virtudes o defectos de la iniciativa en cuestión, lo importante de aquel acto era que formalmente abría la oportunidad para un debate legislativo.

Al día siguiente, la Secretaría General de la Asamblea envió el anteproyecto a la Comisión de Gobierno con el objeto de que fuese prohijado, que en castellano significa que una mayoría de legisladores en la comisión se muestre anuente a discutirlo. Esto ocurrió en la sesión del miércoles 10 de diciembre de la mencionada comisión, es decir, tres semanas después. Cumplida dicha formalidad, el presidente de la Comisión debía presentarlo al Pleno, de modo que el Secretario de la Asamblea le diese formal entrada como proyecto y, entre otras cosas, le asignase un número y lo devolviese a la Comisión para que ésta iniciase el primer debate del, ahora sí, proyecto de ley.

Inexplicablemente, el presidente de la comisión legislativa no lo ha presentado al Pleno, y el anteproyecto no es aún un proyecto de ley que pueda empezar a discutirse. No es bueno personalizar las cosas que no tienen personas responsables, pero en este caso no está de más preguntarle a Wigberto Quintero, presidente de la comisión de marras, a qué se debe que lo que pudo haber hecho horas más tarde no haya podido hacerlo aún después de más de dos semanas. ¿Engavetado? Quintero es legislador por el MOLIRENA, colectivo que en este tema es conocido por agrupar a los dirigentes políticos más recalcitrantes en contra de la Constituyente.

Que no se me malentienda. No creo que el MOLIRENA esté en contra de la Constituyente. Tampoco creo que el PRD lo esté. En la libreta que me asignó el Comité Ecuménico, y que está ya casi completa con las 200 firmas de apoyo a una nueva Constitución elaborada por una Constituyente, se pueden leer los nombres de gente de todos los partidos. Así de claro: la gente PRD, MOLIRENA, PP, y la de los otros, está de acuerdo con la Constituyente. No así los dirigentes, que son los que administran la pitanza y que sienten que con la Constituyente no tienen nada que ganar, o repartir. Creen que han aprendido las reglas del juego de la democracia y no quiere que nadie venga a cambiárselas. En realidad, lo que han hecho es convertir a la democracia en el juego de las reglas, o más bien, en el juego con las reglas. Las que me benefician las uso, las que no, no. Para garantizar que dicho juego se respete es que tenemos a nuestros amiguetes en las posiciones clave del aparato del Estado. En este juego se gana más, o se gana menos, pero no se pierde, piensan.

El reglamento interno de la Asamblea, que no es cualquier reglamento, sino que es Ley de la República, permite que el legislador proponente del anteproyecto lo presente ante el pleno, luego de ser prohijado, práctica que se emplea con cierta frecuencia. En este caso, cabe preguntar, ¿por qué el legislador Blandón no lo presentó al pleno de modo que la Comisión pudiese iniciar el debate? La opinión más reciente que Blandón ha emitido sobre el particular es que la sociedad civil lo ha dejado solo. Esto suena a algo así como que la sociedad civil no ha salido ha respaldar su candidatura como legislador, a pesar de que él, buen hombre, quiere ayudar a la sociedad civil con el proyecto de una constituyente. No recuerdo que Blandón haya pedido apoyo de la sociedad civil cuando se aprobaron las últimas reformas electorales.

No ha habido la más pequeña oportunidad para que los miembros del Foro 2020, en general, ni los de la Mesa Nueva Constitución en particular, hayan podido asistir a las reuniones de la comisión para discutir el proyecto, porque, reitero, no ha habido ningún debate en la comisión sobre dicho tema. Y no lo habrá mientras el proyecto no pueda escapar de la gaveta en donde lo tienen encerrado. Si hay resistencia de los legisladores y de dirigentes de sus partidos en abocarse al tema, ¿por qué no decir las cosas como son?

Esta legislatura finaliza sus sesiones el miércoles 31 de diciembre y no faltará el legislador que diga que “no hubo tiempo” para discutir un proyecto que tiene cuatro artículos y no más de 200 palabras. Ya no habrá, pues, quinta papeleta, porque en marzo, cuando se reanudan las sesiones será demasiado tarde. Es improbable que la presidenta convoque a sesiones extraordinarias para discutir la quinta papeleta y, como se sabe, en sesiones extraordinarias solo se pueden discutir los proyectos mencionados expresamente en el decreto de convocatoria. Como ya hemos explicado, el anteproyecto presentado por Blandón ni siquiera tiene el status de proyecto.

La discusión se cierra sin que en realidad se haya abierto. Ha ganado la voluntad de los dirigentes de los partidos políticos de impedir que el electorado exprese su opinión. Pero aquí no hay conclusión final. La historia no ha dictado sentencia de clausura sobre el actual proceso constituyente, el cual resurgirá de una forma que ahora no se puede anticipar. Al cerrar esta edición de la legislatura se pierde con ella la oportunidad de contar con un mecanismo democrático de consulta sobre el cambio constitucional. Otros medios podrían tomar la escena.
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El Panamá América, Martes 30 de diciembre de 2003