Reformas y constituyente

El proceso constituyente, que comenzó a dar sus primeros pasos hace unos dos años cuando miembros de la sociedad civil decidieron retomar la Visión 2020 e iniciar la formulación de propuestas de consenso hacia una nueva Constitución, ha tenido sus altas y sus bajas. La cresta de la ola se dio cuando el Comité Ecuménico encontró un mecanismo que le permitió a más de cien mil panameños expresar su opinión afirmativa sobre la convocatoria a una asamblea constituyente que redactara una nueva Constitución.

Hubo un gran entusiasmo, pero también se dieron situaciones extrañas, como las de organizaciones que solicitaron varios decenas de libretas y no salieron a recoger ninguna firma, pues al cabo de los meses las entregaron vacías, sin siquiera un intento de justificación.

Al secuestro de centenares de libretas se sumaron reuniones discretas en donde dirigentes políticos muy conocidos acordaron bloquear la iniciativa y le exigieron a miembros del clero que pararan esta "ñamería" porque a su juicio la sola idea de una constituyente atentaba contra el proceso electoral. Al mismo tiempo, los cuatro candidatos presidenciales acudieron a firmar las libretas, se tomaron la foto sonreídos y así salieron en los periódicos anunciando que apoyaban este clamor popular.

Cuando se propuso ante la Asamblea Legislativa un proyecto de ley que ordenaba la inclusión de una quinta papeleta en los comicios de mayo, los representantes de la alianza opositora manifestaron que la idea de la consulta era genial, pero no el mismo día de las elecciones. En la sesión de la Comisión de Gobierno del 12 de febrero de este año, los legisladores de Patria Nueva aseguraron que la consulta no era necesaria porque ya todo el mundo estaba de acuerdo con la necesidad de la Constituyente, que si Martín Torrijos había firmado ese compromiso, eso en efecto se iba a hacer de resultar elegido. Representantes del candidato perredista lo dijeron hasta por televisión y confío en que las grabaciones estén disponibles si hiciera falta recurrir a ellas.

Cuando la asamblea general del Foro Panamá 2020, el 20 de febrero, aprobó por unanimidad, que se solicitara al Ejecutivo ordenar la realización de la consulta junto con las elecciones, los magistrados del Tribunal Electoral se presentaron a la comisión legislativa para solicitarle a los legisladores que se rechazara la inclusión de la quinta papeleta sobre la base de que ya no quedaba suficiente tiempo disponible para entrenar al personal que participaría en los comicios al frente de las mesas de votación. Los magistrados se mostraron prestos a realizar la consulta en un plazo de tres meses pasada la elección.

Con el pueblo enfocado en las elecciones se rompió la ola. Los que salieron favorecidos en las urnas se sienten que ganaron una copa de fútbol, como la de Brasil, y piensan que como triunfadores van a mandar y a decidir de ahora en adelante. De los que perdieron cabe destacar dos cosas: un grupo lo perdió todo, como en el póquer, pero todavía no lo han asimilado bien, puesto que aún disfrutan de las mieles del poder, y lo seguirán haciendo hasta fines de agosto.

Hay otro grupo, que sin ganar no perdió, más bien obtuvo posiciones importantes, y, como no son mezquinos, ya están pensando en la gobernabilidad que necesita el presidente electo, que Dios quiera no comience a parecerse mucho a la que necesitó la presidenta actual.

Ninguno de estos grupos parece tener presupuesto mental para retomar con seriedad la cuestión fundacional del poder.

¿Dónde quedó la Constituyente? Por ahora, en ninguna parte visible. Prueba de ello es que el representante del PRD ha pedido a la Mesa Nueva Constitución del Foro 2020 que considere la conveniencia de utilizar el mecanismo de las dos asambleas para introducir los cambios constitucionales propuestos por el Foro 2020. Como se trata de un vocero autorizado, hay que entender que la primera opción del grupo que asumirá las riendas del gobierno en septiembre es reformar la Constitución sólo en algunos aspectos.

Como el Foro es un espacio de concertación, es inapropiado descalificar la propuestas de sus miembros antes de que sean presentadas y, más allá de la urbanidad política, es lógico que se le escuche.

Después de las acostumbradas rondas de consultas, habrá un proyecto de reformas que se presentará al Pleno Legislativo. Solamente en ese momento la Mesa Nueva Constitución podrá arribar a una conclusión sobre dicho proyecto, luego de evacuada la debida sustentación y el intercambio de opiniones.

Como no somos una camarilla, sino un foro de consenso, no tenemos más remedio que manejar nuestros asuntos con transparencia y libertad, tolerancia ante las propuestas de los otros y paciencia para recorrer todas las fases propias del debate entre seres racionales.

La reforma de la Constitución por medio de dos asambleas enfrenta muy variadas presiones. Por una parte, no faltan los conservadores que propugnen por la menor cantidad posible de cambios, para que la cosa dure unos cinco o diez años más. Un parchesito por aquí, otro por allá y listo. Si prevalece este talante minimalista, en pocos meses el clamor por la Constituyente volverá a resurgir como una fuerza social aglutinadora, ya que la clase política le habrá fallado a la ciudadanía una vez más.

Ahora bien, si en el afán de llevar a cabo una reforma sustancial de la Carta Magna, se presenta un paquete de cambios profundos en el diseño funcional de los tres órganos del Estado, el proyecto podría motivar el rechazo de los legisladores que se aferran al actual esquema, lo que daría al traste con la reforma y haría más patente la necesidad de una Constituyente.

Buena suerte les deseo a los navegantes que tratan de evitar el destino común de los que intentan cruzar entre Escila y Caribdis.
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El Panamá América, Martes 1 de junio de 2004